EL REALISMO MÁGICO EN AMÉRICA LATINA


Aunque en algunas ocasiones se haya podido designar a lo real maravilloso como a una aventura nacida de la inventiva de un escritor, lo cierto es que el término en sí contiene más de realidad que de maravilla.  Aquellos conquistadores europeos que, ya en el siglo XVI, se toparon de lleno con el Nuevo Mundo, contemplaron, por vez primera, una naturaleza prodigiosa muy distinta a la de sus tierras natales, por este motivo, la mayoría de ellos creyeron haber llegado al paraíso terrenal; ese Edén bíblico en el que cohabitan  una fauna y una flora nunca antes imaginada. Piensan, por tanto, que podrán encontrar, en estos parajes, aquellos lugares legendarios propios de las creencias populares, como la fuente de la eterna juventud que tanto se dice que buscó Cabeza de Vaca en su expedición por los territorios que hoy corresponden a México.
Lo cierto es que, con lo que  verdaderamente se toparon fue con una realidad iracunda muy difícil de asimilar, pero sobre todo de explicar. Por este motivo, podemos decir que quizás el origen del realismo mágico latinoamericano se encuentra, precisamente, en las Crónicas de Indias, en las que los colonizadores intentaron contar y explicar todo aquello nuevo que iban descubriendo y que los habitantes del antiguo continente eran incapaces de asimilar.
Como corriente literaria, el realismo mágico, surgió en hispanoamérica en la segunda mitad del siglo XX con autores como Gabriel García Márquez y su célebre Cien años de soledad; Carlos Fuentes, con obras como Aura o La muerte de Artemio Cruz; y Miguel Ángel Asturias con El señor Presidente; entre otros muchos escritores. Una de sus características principales es la cotidianización de lo extraño, fantástico e incierto. La realidad se convierte, en estas obras, en ficción que retorna a lo cotidiano por medio de un suceso de índole extraordinaria, el cual no tiene por qué ser mágico,  sino simplemente un hecho inesperado o poco común en nuestra realidad.
A todo aquel que no conoce América, que no ha convivido con sus costumbres,  con su variedad cultural y sus muchas tradiciones, probablemente le cueste entender el concepto de realismo mágico. Lo cierto es que lo real maravilloso es patrimonio de América Latina y, por este motivo, quizás debamos hacernos la misma pregunta que se hace Alejo Carpentier en De lo real maravilloso americano: ¿qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso?



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